Ver tu ángel

Publicado en por Xaura

 

-¿Conoces ya a Natanael? - Una sombra había aparecido de pronto tras el árbol en el que yo me encontraba apoyada, sentada sobre la hierba verde y húmeda del parque. Era Yurena.


-¿Quién es ese? - le pregunté, mirando cómo se sentaba a mi lado mientras mordía distraída una manzana.


-Tu ángel.


-¡¿Cómo?! - exclamé sorprendida.


-Tu ángel. - repitió con el mismo tono cansado.


- Ya te había oído, pero... tú sabes cómo se llama... es decir.. ¿tiene nombre? ¿lo conoces? ¿cómo es? ¿lo has visto? - Me tapó la boca con la mano y olí el sabor de la manzana dulce recién cogida del árbol.


- Calla. No hables tanto. - respiré e intenté tranquilizarme. Llevaba meses soñando cómo sería mi ángel, si sería hombre, mujer, amable, antipático, borde, elegante... me lo había imaginado de mil formas distintas.


- Zeus dice que todavía no estoy preparada para conocerlo, que necesito aún unos años más de práctica.


- Que le follen a Zeus. Tú vas a conocer a Natanael hoy.


-¿Sí? ¿Estás segura? - No hizo falta que me respondiera. Simplemente se levantó, tiró al suelo lo que quedaba de manzana y se paró enfrente de mí. Puso sus brazos en el tronco, a un metro de mi cabeza y me tapó el sol completamente. Cerró los ojos. Comenzó a ensoñar.

Su sombra empezó a crecer alrededor del árbol y en un instante toda mi visión se tornó oscuro, negro plástico. Yurena había cambiado mis puntos de encaje y me metió en su estado de ensueño. No era la primera vez que lo hacía. Durante ese momento de oscuridad y desorientación noté cómo mi cuerpo descendía. Pude incluso oler el aroma húmedo de la tierra. Pocos segundos después volvió la luz y Yurena seguía enfrente de mí, el árbol continuaba a mi espalda y yo permanecía en la misma posición que hacía unos instantes.

Todo lo demás había cambiado.

Miré alrededor. Parecía que estábamos en un gran estadio. El piso era de azulejos muy blancos y pulidos, hexagonales y grandes, tan brillantes que daba miedo caminar por ellos por si resbalabas. Había grandes gradas alrededor que se elevaban en el aire: estaban todas vacías. Todo estaba vacío.

-Bueno, te dejo a solas para que conozcas al colega. Tranquila, es simpático. - Me puso la mano en el hombro. - A partir de ahora puedes considerarte ensoñadora oficial. - Sonrió y se fue, desvaneciéndose enfrente de mí. Odiaba que hiciera eso.

Estuve a punto de gritarle que se quedara, pero antes de llegar a pensarlo ya no estaba. Me encontré de pronto sola, en un mundo al que Yure acababa de llevarme ensoñando y del que no sabía nada, sólo que supuestamente conocería a mi ángel.

Y fue entonces cuando lo noté: una presencia detrás de mí, a pocos centímetros. Pensé que era Yure y me dispuse a gritarle, cuando de pronto apareció ante mí un chico de poco más de veinte años mirándome. Medía dos cabezas más que yo. Era muy rubio, de piel clara y ojos celestes. Rasgos nórdicos. Llevaba un corte de pelo simple, algunos flequillos sobre su frente, pero bien recortado. Iba sin camisa y con unos pantalones vaqueros claros algo rotos. Los pies descalzos. Era muy guapo y agradable de mirar. Su cuerpo no era demasiado delgado ni demasiado grueso. Tras fijarme primero en él miré luego sus grandes alas blancas, que sobresalían de su espalda y brillaban sobre nosotros, como cubriéndonos. Pronto pensé que ese chico llevaba en su cuerpo la definición más literal y socializada de la palabra "ángel"; pronto descubriría que no todos los ángeles seguían esos mismos patrones.

Etiquetado en Narraciones cortas

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