....
En el horizonte sólo hay luz, un sol que me mira en la distancia.
A mi alrededor no hay nada, sólo aire. No puedo desviar la mirada, mis ojos se enfocan con fuerza en el astro de fuego, y sus rayos rojos se concentran en mis pupilas.
Cierro los puños hasta clavarme las uñas en la piel. Continúo con la vista alta, el cuerpo erguido. Sólo el Sol y yo. Hace un tiempo se encontraba lejano, diminuto e insignificante, pero ahora está demasiado cerca y ya no puedo apartar los ojos de él. Su belleza me atrapa, su calor me quema. Mis pestañas están paralizadas, no pueden cubrirme.
Quisiera al menos levantar el brazo y taparme los ojos. Lo intento, y mi mano queda suspendida a medio camino, a la altura de mis hombros. Me caen ríos de lágrimas. Su fuego está destrozando mis retinas, pero no puedo evitarlo. Debería dejar de mirar, correr, huir. Pero no puedo.
Ya no puedo negarlo.A este paso me quedaré ciega, soy consciente de ello.
Nunca debí haberlo mirado.